El nido

Hay un espacio – por decirlo de algún modo – un lugar de nuestra mente, o un sitio oculto y reservado de nuestro corazón, donde sólo entramos nosotros.
Ni nuestros seres más queridos, aquéllos que comparten nuestras vidas, alegrías y miserias, pueden siquiera rozarlo.
En el se almacenan emociones pudorosas e impúdicas vergüenzas, fracasos y olvidos que se resisten a su destino; lejanos olores o palabras no dichas.
Es la habitación del pánico de nuestra alma, un lugar seguro e íntimo.
Hoy, sin embargo, cuando he ido a mi refugio, el gusano estaba allí, alimentándose; anidado.

Microrrelato: el nido.

Introinspección

Introinspección

OJO NUBES

En este corazón donde mansamente llueve, que renace cuando el sol se abre camino y crece o mengua, a capricho del cielo; como el agua de los charcos. Llega el invierno.                                                                                                                                     Alzamos barreras frente a la intemperie, buscamos protección, cobijo, calor y abrigo. Mientras, mansamente, la lluvia cae sobre los campos, con sordo rumor acariciante y continuo.
La distancia se cobija tras la cortina de agua. El silencio crece a la sordina y todo invita al retiro, al refugio, a la calma; a abrir los castillos interiores; a mirar despacio y desde lejos.
Apagado corazón ¡Ya llega el invierno!