El ascenso. Sumisión o esclavitud.

Obra

Me ha sido imposible aguantar más la congoja. Hace unos días me alegraba al conocer la noticia de una mejora laboral -un ascenso- a un buen amigo que lo necesitaba. Poco dura la alegría en casa del pobre y ayer, al felicitarle personalmente, pude conocer las condiciones del referido ascenso. No entraré en detalles, no deseo crearle complicaciones a mi amigo, pero reproduciré esquemáticamente el planteamiento que alguien cercano a la dirección de su empresa le ha hecho.

Deberá:
-Asumir responsabilidades en otra área de gestión de la empresa.
-Viajar por todo el territorio nacional cuando se le requiera (a menudo).
-Doblar turnos en su actual ocupación, cuando no viaje.

Recibirá:
-Un incremento lineal equivalente al 15% de su salario (ya exiguo y recortado).
-El importe de los gastos de viaje justificados.
-Conservará su empleo.
-Mejorará su bagaje personal al viajar y conocer mundo.

El ascendido es una persona con hijos menores en edad escolar. Creo que mi indignación era incluso mayor que la suya. ¿Era una broma? ¿Estará este trabajador motivado para realizar su tarea de promoción de las ventas y el negocio? No lo creo y no me puedo imaginar que el empresario piense lo contrario.

Parece que corren malos tiempos para la justicia y el sentido común. Por supuesto, las llamadas conquistas sociales, conseguidas a lo largo de los últimos 150 años de tensión y negociación entre trabajadores y empresarios, están de capa caída. Últimamente se oyen con demasiada frecuencia las palabras abuso, exceso y esclavitud en conversaciones relacionadas con el trabajo.

¿Hacia dónde vamos?

Fdo.: Este ciudadano acongojado.